sábado, marzo 26, 2011

El sótano del miedo (1991)

Ultimamente me he puesto a revisar algunas de las películas de Wes Craven, a quien consideraba un director sobrevalorado en exceso. A pesar de mantenerme en mi opinión, me ha sorprendido descubrir que algunas de sus obras no solo no son malas sino que alcanzan ciertas cotas de calidad que honran el género de terror.

Quizá sea ese el caso de la divertida El Sótano del Miedo, de 1991. Una propuesta tan alocada y gamberra que resulta imposible tomarla en serio (como parte importante del terror ochentero) y con algunos aciertos dispersos a lo largo de la cinta. Durante la hora y pico que dura el enredo, un niño debe escapar con vida de un matrimonio demente, y de una casa que es una trampa mortal.
Al comienzo, Craven intenta sumergirnos en lo que será el tono de la película, con unos primeros planos de unas cartas de tarot; y digo intenta, porque la escena resulta bastante floja y manida. Es al protagonista, apodado “Loco”, a quien están leyendo el Destino; un niño del gueto con una madre enferma de cáncer, y sin dinero para la operación. Las cartas indican que está próxima su transición a la edad adulta. Para ello deberá atravesar las llamas del Sol, y salir indemne al otro lado.

Poco después, Loco – intepretado por Brandom Adams, ese entrañable muchacho que “enseñó a bailar a Michael Jackson”, tal como afirmaba en Moonwalker - es reclutado por el delincuente Leroy - un Ving Rhames pre-Marcellus Wallace bastante soso y sin chicha - en lo que viene a ser esa prueba de hombría profetizada en las cartas: juntos deben robar unas monedas de oro ocultas en la vieja casa del propietario del gueto en el que viven.

No tardan en quedarse encerrados en la mansión, Leroy resulta muerto y Loco será perseguido incansablemente a través de compuertas y pasadizos secretos, por el matrimonio Robeson, una excéntrica pareja que vive ajena al mundo exterior. Hostigado además por los extraños moradores a los que alude el título original (The people under the stairs), y ayudado por la hija de los Robeson, la pequeña Alice, Loco conocerá el terrible secreto que se encierra en esa casa.

Son precisamente los Robeson uno de los principales atractivos de la película. Everett McGill y Wendy Robi, en estado de gracia tras la popularidad obtenida en Twin Peaks, logran una inquietante, convincente y divertida caracterización de un matrimonio de la América profunda, llevado a un grado superlativo.

De muchas películas de terror se dice que el verdadero protagonista es "la casa", pues a menudo ésta tiene entidad propia y una absorbente presencia que nos agobia de un modo especial. Sin duda este también es el caso de El Sótano del Miedo, dónde cada decorado o elemento de atrezzo resulta estremecedor y contiene además pinceladas de información sobre la diabólica pareja; crucifijos, citas bíblicas enmarcadas, interruptores que accionan trampas, túneles secretos, recovecos donde quedar atrapado y, especialmente, una habitación llena a rebosar de velas y fotos de niños con sus rostros tachados. Cierto que sobra algún esqueleto y un par de telarañas, pero en general estamos ante un buen trabajo de dirección artística propio del terror más clásico.

Sin mucho más que esto, la película entretiene y se deja ver hasta el final. Craven, fiel a su estilo, nos deleita con escenas sangrientas, mutilaciones y diversos tipos de tortura. Pero todo está rodado con una corrección formal y un saber hacer, que la aleja del mal gusto de las peores cintas de género gore.

Además, quiero creer que El Sótano del Miedo, a pesar de ser una película menor, inverosímil y tramposa, es también un relato incomprendido que quiere poner de manifiesto ciertas realidades sociales. No se si la elección de dos actores de Twin Peaks tiene algo que ver con lo que Craven intenta contarnos, pero no deja de ser curioso que la popular serie de televisión - a la que nada es comparable y menos cualquier película de Craven - y El sótano del miedo compartan un tronco temático común; la corrupción de la institución familiar, que bajo las buenas costumbres y la devoción católica, oculta el pavoroso secreto de un comportamiento sádico y descerebrado.

Estoy indeciso sobre incluir o no el slógan "Sólo para fans acérrimos de Wes Craven". La cosa es que no lo soy y la película me ha gustado. Lo dejo a vuestro criterio.

jueves, marzo 24, 2011

HITCH en BD

En pleno 2011, es difícil abordar la crítica cinematográfica de un clásico sin caer en lugares comunes o acabar haciendo un refrito inconsciente de lo ya oído o leído previamente sobre el tema. Es así que en la entrada de hoy prefiero alejarme del formato de crítica y hablar desde un enfoque más emocional ¿Pues qué podría aportar alguien como yo al extenso ensayo global vertido sobre el mago del suspense?


Hace un par de años devoré con avidez la transcripción de esas famosas conversaciones del tío Hicht con Truffaut y no dejaba de fascinarme la inventiva del maestro, sus recursos y técnicas visuales: desde meter una bombilla en un vaso de leche para sugerir que está envenenada en Sospecha; hasta construir un escenario móvil desmontable para poder rodar La Soga en un plano secuencia (si uno se fija puede ver las juntas en las paredes); O también llevarnos en un viaje “to north by northwest” donde las situaciones más inverosímiles se van sucediendo con pasmosa credibilidad.




Recientemente adquirí Con La Muerte en los Talones y Psicosis en formato BD. Qué alegría da poder revisionar hoy día estas películas de la forma más cercana posible a como fueron concebidas por el director.


El formato Blu-Ray, cuyos 1080 píxeles de vertical no pocas veces han dejado al descubierto defectos ópticos y un acabado imperfecto en algunas películas antiguas, sirve en este caso para ensalzar la perfección formal del cine de Alfred Hitchcock. A esto contribuye la labor de la empresa Lowry Digital, experta en la restauración de antiguos clásicos para su distribución doméstica (Responsabilidad suya fueron en su día el espectacular resultado obtenido con El Crepúsculo de los Dioses, o la sagas de Star Wars, Indiana Jones y El Padrino).


La restauración de Con la muerte en los talones nos hechiza con una gama cromática abrumadora y una definición rara vez igualada en películas de la época. En Psicosis, la fuerza de sus duros contrastes nos impacta tanto o más que el actual cine de espectáculo.


Recientemente se ha editado Frenesí en BD, pero a excepción de estos tres títulos, aun quedan por salir los más celebrados films del orondo director británico. No veo el momento de sentarme ante mi pantalla para revivir la emoción de Vértigo, Crimen Perfecto o El hombre que sabía demasiado.


Un hurra por Hichcock, y algunos más por Robert Burks, John L. Russel (directores de foto) y Lowry Digital. Y a todos gracias por unas cuantas horas de evasión, que no es poco.


miércoles, marzo 23, 2011

Posesión Infernal (The Evil Dead, 1981)


De Sam Raimi y su Evil Dead se han escrito ríos de tinta. Odiada por muchos y encumbrada por otros tantos, hay quien todavía se pregunta como una película de bajo presupuesto hecha por estudiantes de cine, bastante desagradable, y sin apenas base ni progresión argumental pudo triunfar de la manera que lo hizo.

La respuesta hay que buscarla en la profesionalidad y la astucia de su comandante en jefe Sam Raimi (director) y sus fieles soldados Robert Tapert y Bruce Campbell (productores ambos y actor el segundo) con quienes fundó la compañía Renaissance Pictures. Éstos supieron proveerse desde el principio de una amplia cartera de inversores, y una vez terminada la película, buscaron distribución de forma incansable. En las reuniones, siempre con pulcras maneras y vestidos de esmoquin, parecía inconcebible que esos chicos tan majos hubieran sido los creadores de semejante engendro visual.


Del mismo modo, y gracias al olfato comercial de Raimi, Evil Dead abrio brecha en el mercado videográfico, contribuyendo en parte al auge de este formato durante la década de los ochenta. Son ya famosas las anécdotas sobre la censura, su inclusión en la categoría de "video nasty" - a causa de la Ley de grabaciones en vídeo de 1984, promulgada en Inglaterra, y que procesó a 39 películas de una lista de 77 - o el propio juicio contra Sam Raimi, dónde no le dejaron ni leer la defensa que traía preparada, después de hacerle cruzar el Atlántico.

En mi opinión, y dejando a un lado la violencia gratuita y una trama prácticamente inexistente, creo que la película tiene poderosas virtudes técnicas, logísticas y creativas.

Valga mencionar un extraordinario uso de la cámara y el encuadre. No me refiero sólo a la frenética visión subjetiva, copiada incluso por Coppola en su Bram Stoker's Dracula, sino también a unos inconcebibles recursos expresivos ¿No es genial ese inexplicable plano por encima de las vigas del techo, con su igualmente inexplicable efecto de sonido, que sin ningún tipo de lógica, logra estremecernos, o al menos desconcertanos? Pero también en los momentos distendidos hay un saber hacer innegable, como en aquella secuencia de Ashley regalando un collar a su novia, justo antes de que se desate la tragedia; el juego de miradas entre los enamorados está tan pensado, y es tan artificialmente académico en su edición, que aun con cierto encanto amateur, muestra una vocación de trascendencia y profesionalidad. Es como si Raimi nos dijera "No sólo me gusta hacer el loco con la cámara, también se usar la moviola y montaros una escena intimista."

Y en efecto, hay una destreza en el montaje adelantada a su época. No soy especialmente aficionado a la sucesión de planos a un ritmo verginioso, pero hay que reconocer su impacto actual, y cómo Raimi nos lo mostraba ya en 1981.

Resulta pasmoso como una película pueda parecer por momentos, un corto de estudiantes, una broma macabra y poco más, y al mismo tiempo impactar como el más refinado cine-espectáculo, sin que los aspectos más decepcionantes de la producción (iluminación deficiente, saltos de continuidad o un irreal exceso de sangre, niebla y maquillaje) empañen la atmósfera de terror que se genera en esa casa, desde prácticamente las primeras escenas ¿Quién no recuerda el momento en que el columpio de la entrada se detiene justo al meter las llaves en la cerradura? ¿Acaso no es terror en estado puro? Con la sutileza de esa primera escena Raimi ya ha demostrado dominar el lenguaje cinematográfico de forma sobresaliente.

A menudo se cuenta que la verdadera pesadilla fue la vivida por equipo y actores, en aquella localización real a las afueras de Dertroit, sin los lujos ni comodidades de una filmación convencional ¿Será esta la clave de tal impacto? ¿Es posible que las penosas condiciones del rodaje lograran transmitir de una forma sincera y directa el agobio y desasosiego que más tarde sentimos al contemplar la ópera prima de Raimi? Quien sabe, quizá la respuesta siga aun oculta en las ruinas kandarianas donde el Necronomicón fue hallado.

La película dio origen a dos secuelas (Terroríficamente Muertos en 1987 y El Ejército de las Tinieblas en 1992) y un reciente remake que ha corrido a cargo del también primerizo Fede Álvarez (sin parentesco alguno con vuestro humilde narrador).

martes, marzo 22, 2011

En compañía de lobos (The Company of Wolves, 1984)

No he visto demasiado de Neil Jordan, pero películas como Nunca fuimos ángeles o Entrevista con el Vampiro son una muestra de lo bien que se desenvuelve el irlandés en géneros tan dispares como la comedia de enredo y el terror gótico. Es por eso por lo que siempre ha tenido mi respeto. Fue no hace mucho cuando decidí darle una oportunidad a una más de sus películas.


En compañía de Lobos, rodada en 1984, es una revisión adulta del cuento de Caperucita, llamada Rosaleen para la ocasión, e interpretada por Sarah Patterson, una jóven actriz que luego hizo de Blancanieves y de la que nunca más se supo, lo cual es una pena, pues su presencia en En compañía de Lobos es arrebatadora. Bien, pues la pequeña Rosaleen, tras experimentar la muerte de su hermana, y alimentada por las historias que su abuela le cuenta, comienza a sentirse a la vez temerosa y fascinada por la figura mítica del hombre lobo. El guión corre a cargo del propio Neil Jordan y Angela Carter, autora también del libro La cámara sangrienta, en cuyos relatos se basa la película.




Sin información previa, el film se presta a la confusión y puede darnos más de una sorpresa. A juzgar por el cartel original, no tan bucólico como el que incluyo aquí (pues aquel sólo mantenía la imagen de las fauces del lobo saliendo de una boca humana) pareciera que vamos a ver una película de terror. Sin embargo, en sus primeros minutos, se asemeja más a una de esas bienintencionadas producciones infantiles tan típicas de los ochenta, con un cuidado diseño de producción y vestuario de época. Pero que nadie se llame a engaño, pues En Compañía de Lobos es en realidad una historia sobre el despertar sexual de los jóvenes durante la pubertad, la fascinación y la curiosidad ante lo prohibido, y en definitiva, la pérdida de la inocencia. En esto se parece a esa genial producción animada de Disney, también con un subtexto bastante perturbador; Alicia en el País de las Maravillas (1951).


La abuela (Angela Lansbury, en un papel hecho a su medida) siempre cuida de que su nieta no abandone nunca el sendero principal del bosque y de que evite a los hombres cejijuntos que merodean por las espesuras. Pero la curiosidad de la joven provoca que una y otra vez se vea envuelta en situaciones peligrosas, hasta la escena culminante en que Rosaleen es enviada por su madre a llevar una cesta de comida a su abuelita (¿Os suena?), que la llevará irrebocablemente a encontrarse con el sibilino y seductor hombre lobo.


En el reparto también está presente David Warner, que a pesar de su demostrada eficiencia en otros títulos (Titanic, Tron, La Profecía) aquí queda relegado a un papel muy secundario. No obstante, también los padres de Rosaleen (el propio Warner y Tusse Silberg), tienen una importancia clave en la transición de niña a mujer que experimenta su hija.


Es difícil valorar esta película porque tiene numerosas virtudes técnicas y narrativas, pero también algún aspecto censurable. Jordan es capaz de transportarnos a un universo legendario y mágico gracias al trabajo sobresaliente del departamento de arte, y a la atmósfera onírica lograda a través de la música, la omnipresente niebla y el espléndido trabajo actoral. También es destacable la labor de los ingenieros de efectos especiales, que consiguen una de las mejores metamorfosis de hombres lobo que he visto jamás en el cine (teniendo en cuenta que hablamos del año 84). No en vano el film obtuvo los galardones a Mejor Película y Mejores FX en Sitges '85.


En el aspecto negativo, es posible que a algunos les parezca una película demasiado lenta. La trama principal se interrumpe en un par ocasiones, dando paso a historias independientes sobre hombres lobo (sin duda son relatos incluidos en la novela de Carter, narrados aquí por el personaje de Angela Lansbury), que aunque están contextualizadas y tienen cierta relevancia, ocupan a mi juicio demasiado metraje y desvían la atención de la trama principal. Del mismo modo, algunas secuencias se alargan innecesariamente, como la interminable persecución del principio.


No obstante, creo que estos detalles no empañan en absoluto el resultado final; Se trata, finalmente, de una interesante película sobre nuestros miedos y deseos, con elementos del mejor cine fantástico y de terror, y alguna escena magistral donde tan solo el diálogo, sugiere un erotismo morboso y visceral.

lunes, marzo 21, 2011

La Serpiente y el Arco Iris (The Serpent and the Rainbow, 1987)


Wes Craven siempre me ha parecido un director irregular, en vez del maestro del terror que muchos le consideran. A él debemos la saga de Pesadilla en Elm Street, de la que sólo me entusiasman la primera (1984) y la última (Wes Craven's New Nightmare, 1994), que recuperaba por cierto al reparto original, incluída la Langenkamp, y hacía gala de un hábil discurso metalingüístico.

La Serpiente y el Arco Iris
llegaba en 1987. Nos contaba la historia de un científico enviado a Haití para obtener un medicamento que provoca la zombificación (muerte y posterior resurrección de los muertos), con el fin de usarlo en la medicina moderna, a modo de anestésico. Ya, a mi tampoco me convenció, pero pasémoslo por alto, de momento.




Lo primero que llama la atención, teniendo en cuenta quien la dirige, es que Craven intentó, por una vez, relatar los acontecimientos desde una perspectiva seria y realista. Desde el principio nos advierte que está basada en un hecho real y la película mantiene un tono pseudo-científico y documental durante la mayor parte del metraje. Asistimos a rituales vudú, decapitaciones y profanaciones de tumbas, pero todo parece tener cierta coherencia narrativa, a lo que ayuda haber situado la película en un contexto histórico real (el final de la dictadura de Jean Claude Duvalier, en 1986).

Esto no quiere decir que no haya escenas aterradoras (¿He comentado lo de los rituales vudú, decapitaciones y profanaciones?); Craven logra un clímax bastante turbador y sugestivo, gracias en parte a una buena dirección artística, un buen maquillaje de efectos, la exasperante música tribal y algún que otro susto fácil (pero agradecido). Las interpretaciones son simplemente correctas. Bill Pulman parece interpretar su papel con cierta desgana, pero cumple con las espectativas. Más convincente resulta sin embargo, el tristemente desaparecido Michael Gouhg (el entrañable Alfred en los Batman de Tim Burton).

Es una lástima que en los últimos 20 minutos la película tire por derroteros muy distintos. Como por arte de magia, aparece un humor negro poco coherente con el conjunto, y unos efectos (y efectismos) especiales que restan credibilidad a la trama. La aniquilación del malvado se parece más a los últimos estertores de Freddy Krueger - en cualquiera de sus películas - , que a la merecida muerte de un brutal cacique.

Con todo, la película es muy entretenida y se deja ver hasta el final, siendo a juicio de muchos, una de las mejores películas de Craven.